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Los estatutos en las cooperativas: ¿ancla u oportunidad?



Las cooperativas nacen del esfuerzo compartido, de la convicción de que muchas manos unidas pueden lograr lo que una sola no alcanzaría. Son organizaciones que combinan la eficiencia económica con un profundo sentido social. Sin embargo, esa vida democrática necesita estructuras que le den orden y sostén. Los estatutos cumplen justamente ese papel: son la carta fundacional de cada cooperativa, la base jurídica y organizativa que marca el rumbo de su funcionamiento.

En el marco del ciclo Mejor hablar de ciertas cosas, desde Fundación Nodos buscamos invitar a reflexionar sobre este tema junto a Nora de Aracama, Gerente de Legales de ACA. 

La propuesta fue directa: ¿los estatutos son un ancla que impide avanzar, o una oportunidad para crecer y transformarse? La conversación con consejeros y consejeras de distintas cooperativas mostró que son, al mismo tiempo, ambas cosas: pueden ser límites, pero también motores de innovación. 

Seguí leyendo para descubrir las conclusiones más destacadas de este encuentro y las claves para pensar cómo transformar los estatutos en herramientas de futuro.

 

Los estatutos: columna vertebral de la cooperativa

Un estatuto es mucho más que un documento legal: define quiénes son las personas asociadas, cómo se organizan los órganos de gobierno, qué derechos y obligaciones existen, cómo se toman decisiones y cuál es el objeto social de la cooperativa. Constituyen la columna vertebral de la vida institucional. Permiten que haya reglas claras, orden y previsibilidad. Aseguran legitimidad frente a la sociedad, brindan protección jurídica y, si se los utiliza bien, son la principal herramienta para garantizar la democracia interna. Es, en palabras de Nora de Aracama, la ‘partida de nacimiento de la organización’.

El problema surge cuando los estatutos no acompañan el paso del tiempo. En nuestro país, muchos fueron redactados antes de la Ley 20.337 de 1973, o bien se escribieron con lógicas sociales que ya no reflejan la realidad actual. De allí la necesidad de revisarlos, interpretarlos de nuevo y animarse a reformarlos.

 

Cuando los estatutos se vuelven un ancla

La metáfora del ancla remite a algo que detiene el movimiento. Durante el encuentro se compartieron casos concretos en los que los estatutos, lejos de impulsar, frenan la dinámica de la cooperativa.

Uno de los ejemplos más claros es la definición de quién puede ser asociado. Tradicionalmente, para ser asociado, los estatutos de las cooperativas agropecuarias exigen ser productor agropecuario titular. Eso deja afuera a mujeres que trabajaban a la par de sus esposos pero no figuran registralmente como productoras. El que se inscribe como productor agropecuario habitualmente es el jefe de familia y, para no duplicar costos impositivos, las mujeres no se inscriben como productoras agropecuarias y no pueden ser asociadas. También genera incertidumbre con los herederos de asociados fallecidos o con quienes arriendan la tierra, que dejarían de ser asociados activos al no continuar con la explotación del campo.

Ampliando este último tema, vemos que resulta otro punto problemático, ya que se deja de cumplir con la exigencia de operar activamente con la cooperativa. Muchos estatutos establecen que si un asociado deja de entregar producción durante uno o dos años puede ser dado de baja. “Está escrito. Ahora, ¿se aplica a rajatabla? La verdad es que no siempre”, comentó Nora. La letra rígida choca con la realidad, donde abundan situaciones intermedias.

El caso del rentista también es ilustrativo: alguien que ya no trabaja la tierra directamente pero sigue siendo asociado porque mantiene el vínculo con su cooperativa no puede ser consejero porque no cumple con la obligación de entrega de su producción agropecuaria. La paradoja es que, muchas veces, estas personas tienen más tiempo y experiencia para estar en el consejo de administración, aunque legalmente su nueva condición no les permite ser consejeros.

Estos ejemplos muestran cómo los estatutos pueden convertirse en un ancla cuando no contemplan la diversidad actual de actores, cuando se leen como normas rígidas o cuando su desactualización genera inseguridad jurídica, imposibilitando la plena participación de asociados que podría ser muy valiosa para la cooperativa.

 

Cuando los estatutos abren oportunidades

Lejos de ser un obstáculo, los estatutos también pueden convertirse en una plataforma de oportunidades. Todo depende de la mirada con que se los aborde. Nora de Aracama insistió en la importancia de conocerlos a fondo: “Revisar, entender, discutir el estatuto constructivamente no solo muestra límites, también puede abrir los ojos a oportunidades”.

Entre las posibilidades más relevantes aparecen:

-Actualizar el objeto social: para que la cooperativa pueda incluir nuevos negocios y servicios que hoy forman parte de su realidad.
-Ajustar la cantidad de consejeros, si se advierte que un número más reducido podría implicar una gestión más ágil y facilitar la renovación de los  integrantes del consejo, recayendo en personas que estén interesadas verdaderamente en participar en la gestión de la entidad.
-Incorporar tecnología: dejar explícito en el estatuto que pueden usarse plataformas digitales para reuniones o asambleas.
-Promover inclusión y diversidad: asegurar participación femenina, juvenil o de distintos territorios.

Cada reforma es, además, una oportunidad de aprendizaje, un proceso de reflexión colectiva en el que las personas asociadas discuten qué cooperativa quieren ser y cómo desean organizarse.

 

El proceso de reformar un estatuto

Modificar los estatutos exige decisión política y voluntad de diálogo. El procedimiento legal requiere una asamblea de asociados que apruebe la reforma y luego la presentación ante el INAES a través del sistema TAD. “Hoy el organismo incluso agiliza algunos procesos: si hay observaciones menores, permite resolverlas con un acta de consejo, sin tener que llamar a otra asamblea”, explicó Nora.

Existen aspectos intocables, derivados de la Ley de Cooperativas: la obligación de contar con Consejo de Administración y sindicatura, la estructura básica de capital, entre otros. Pero más allá de estos pilares, hay amplio margen para innovar. Las cooperativas pueden adaptar sus normas a los nuevos contextos sin renunciar a su identidad.

Para que la reforma estatutaria no quede en un mero trámite, conviene encarar el proceso como una oportunidad estratégica. 

Algunas claves:
1. Diagnóstico participativo: relevar qué partes del estatuto se aplican en la práctica y cuáles ya no responden a la realidad.
2. Asesoría legal especializada: contar con acompañamiento profesional para asegurar que la reforma sea viable y se ajuste a la normativa vigente.
3. Transparencia: compartir borradores, abrir espacios de consulta, organizar talleres de discusión.
4. Prever actualizaciones periódicas: establecer mecanismos para revisar el estatuto cada cierto tiempo.
5. Capacitación: formar a consejeros y asociados en el contenido y la aplicación de las nuevas reglas y promover la educación cooperativa entre todos sus integrantes y partes interesadas.
6. Cultura de rendición de cuentas: reforzar la práctica democrática con instancias reales de control.

Estas estrategias aseguran que los cambios no queden en el papel, sino que se traduzcan en una vida institucional más rica y participativa.

 

Conclusión: equilibrio entre historia y futuro

Los estatutos son la columna vertebral de la cooperativa. Si permanecen rígidos y desfasados, actúan como un ancla. Pero si se los actualiza con visión de futuro, se convierten en un trampolín que permite avanzar. El desafío está en encontrar el equilibrio entre tradición e innovación.

“En este mundo que cambia todo el tiempo, ¿cómo hacen las cooperativas para encontrar ese punto justo en sus estatutos? Ese equilibrio entre cuidar su historia y ser ágiles para adaptarse y servir mejor a sus miembros hoy y mañana”, resume Nora de Aracama.

El debate recién empieza. Lo cierto es que los estatutos, más que un lastre, pueden ser una palanca fundamental para construir cooperativas fuertes, inclusivas y preparadas para los desafíos del siglo XXI.

 

La charla Mejor hablar de ciertas cosas fue parte del taller de consejeros
organizado por Fundación Nodos.

 

 

 

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